Era mediodía en el reino de Victoria, la cuarta planta de unos grandes almacenes, sección de lencería. Donde lucia su corona por meritos propios: 24 años, alta, delgada con un cuerpazo firme, cara de niña bonita, rubia y una sonrisa seductora capaz de conseguir cosa. Modelo ocasional que gracias a sus dos master, fruto de su aguda inteligencia y claridad de ideas rompía todos los tópicos. Era independiente viviendo bajo sus propias reglas.
Disfrutaba de su trabajo, vendiendo lencería a gran cantidad de hombres que solo la compraban para hablar un rato con ella, contemplar sus largas piernas sobre sus tacones y leve escote de blusa. Era consciente, y no hacía el menor el intento por tratar de evitarlo, al contrario, manteniendo su actitud inocente sin jamás sacarle nada lograba que volvieran siempre, engrosando su comisión mensual. Con las mujeres le era más fácil, darles su aprobación, decirles que le sentaba bien solía ser suficiente en la mayoría de casos, mientras se lo dijera ella todo era posible. Además sabía que hacer en otros casos.
Sus compañeras de planta la odiaban, ninguna era tan agraciada e inteligente como ella, ni siquiera solía ganar la mitad de su sueldo cada mes. A ella le traía sin cuidado, ya estaba acostumbrada desde el instituto, y no pensaba irse disculpando siempre por su suerte, o autocompadecerse de su maldición. Además Carlos, su jefe. Un baboso de 50 años impotente cuyo matrimonio hacía aguas, encontraba en sus dulces sonrisas su único consuelo, era intocable, es más, podía hacer despedir a quién deseara, solo tenía que ponerla en evidencia con la mayor de sus sonrisas. Carlos no era más que un perrito faldero, cuya escasa autoestima de hombre dependía de su aprobación.
Tampoco tenía amigos, todos querían follarla, la única diferencia entre ellos era el camino escogido, y lo único en común su fracaso. Cuando le apetecía podía escoger libremente hasta que le llegara el día de decidirse por alguien. Su único compañero estable era su gato, que daba un poco de calor a su ático en el centro.
Era día de rebajas, llevaba unas buenas ventas. Mientras reponía prendas se reía pensando en un cliente, un chico un poco más mayor que ella, más bajo, de rostro dulce, un tanto inseguro, con un leve tartamudeo que de pronto con la mayor naturalidad del mundo le pregunto si a ella le quedaría bien las prendas que traía consigo, comentando su pareja tenía un cuerpo idéntico al suyo. Por un momento tuvo que contener la risa, sin perder su sonrisa de niña tonta, preguntándose si lo decía en serio, o simplemente llamaba su atención. Le miro a los ojos, y le pregunto si lo decía de verdad, él dijo que en realidad era más guapa. Se puso la máscara, y saco de encima sonriente con tres conjuntos más para su comisión, nada más verlo desaparecer dio rienda suelta a su risa oculta tras un maniquí, después pudo continuar recordando la escena varias veces, aumentando su risa al atender dos chicos más parecidos.
Reponiendo sujetadores se quedo mirando uno de la 95, pensando en cuanto le gustaría jugar con una mujer, nunca había tenido esa experiencia, y ahora que se aburría de los hombres por falta de motivación le apetecía de verdad.
Como si sus pensamientos hubieran sido oídos escucho murmullos a lo lejos de la gente en voz baja, se giro, y de la impresión perdió el sujetador por el suelo que recogió al instante, sin dejar de mirarla a los ojos. Era una mujer más alta que ella calzando botas de cuero negro con tacón de aguja, completamente vestida en un traje de cuero sin mangas escotado, con guantes y collar. Su cuerpo destilaba sexualidad pura, era más voluptuoso que el suyo, musculado y firme, muy lejos de ser una indefensa muñeca. Los hombres a su alrededor la miraban en silencio intimidados. Era pelirroja con un pelo corto escalado de adelante a atrás donde casi lo tenía rapado. Sus ojos eran negros con un ligero tono morado, idéntico al de su pintalabios, pestañas y sombra de ojos. Llevaba un pendiente en la comisaría izquierda de la boca. De piel blanca como la leche natural además de maquillada. Había visto otras chicas góticas vestidas como vampiras, pero la fuerza de su mirada era diferente, le daba miedo, parecía que pudiera atravesar tu alma con ella despertando tus deseos más oscuros. Por primera en vez en mucho tiempo aparto su mirada de otra persona, y se hizo a un lado para dejarla pasar tratando de volver a reponer prendas, mientras asimilaba la impresión, de haberse sentido intimidada y excitada a partes iguales por otra mujer.
Se hizo el silencio en la sección de lencería, todo el mundo observaba a la misteriosa desconocida, algún hombre se asomo hasta cruzarse con su mirada, y volverse por donde vino, las chicas se alejaban de ella, mientras revolvía una colección sin importar tirar algunas prendas al suelo. Carlos vio todo unos segundos muy angustiado rezando para que terminara pero no fue así, se armo de valor para ir a hablar con ella, lo hizo con paso vacilante. Ella al verlo ir le miro, se detuvo unos segundos intimidado y continuo, trato de aparentar una falsa sonrisa de cordialidad tartamudeando que tuviera mayor cuidado con la ropa, sin que ni siquiera se volviera para mirarlo, revolviendo más ropa. Al terminar él se giro clavándole la mirada unos segundos eternos en los que se deshizo, le tiro un conjunto a la cara, lo cogió por la corbata y lo uso como un perro de carga el resto de su paseo por la sección. Él derrotado la siguió en silencio con la cabeza baja. Una de las chicas no pudo contenerse la risa hasta toparse con la mirada de ella, estuvo apunto de morderse la lengua de la impresión, se giro y marcho como si la tierra la tragara.
Al llegar al probador recogió todos los conjuntos de los hombros de Carlos, volvió a tirar de su corbata y le lamió el cuello lentamente, antes de perderse en el pasillo interior sin mirar atrás. Carlos con lagrimas en los ojos histérico dijo que se tomaba unos minutos, fue directo a la puerta de servicios pegando un portazo al cerrarla.
Pasados unos minutos todo volvió a la normalidad, la gente paseaba por la sección, y las chicas atendían con su habitual falsa sonrisa, excepto porque nadie se acercaba al probador, y Victoria se sentía mojada, por más que trataba de quitársela de la cabeza, no podía evitar pensar en esa mujer, en la escena, y que ahora estaría desnuda en un probador, solo le faltaba seguir ordenando más sujetadores para ponerse peor. Un chico lanzado le compro unas braguitas, y con cara picara le pregunto si le pasaba algo que el pudiera solucionar, el muy imbecil creía que era por él. Lo despidió con malos modales de camino al pasillo del probador, donde ocultarse unos minutos ajena a todo, y poderse enfriar, llegando a la entrada pensando que no podría aguantarse más, se metió en el primer probador alejado de la puerta cerrándose en él.
Suspiro aliviada tratando de despejar su mente volviendo a la normalidad más relajada cuando escucho un golpe brutal contra la pared de un probador al otro lado, por un momento pensó en un accidente hasta escuchar un gemido seguido de más golpes, esta vez contra su cuerpo a juzgar por los gemidos que los precedieron. Sin pensarlo dos veces se agacho a gatas para mirar por un pequeño hueco despejado en la parte baja de los probadores, lanzando un grito de sorpresa antes de taparse la boca. Vio las botas de la mujer separadas entre ellas con sus pantalones colgando bajo un tanga negro que caía por un lado, delante de unos zapatos de hombre con los pantalones también bajados que no paraba de embestirla brutalmente para su gozo. Consternada supo que le habían oído porque en vez de detenerse continuaron con más fuerza y ruido. Muy excitada deslizo la mano hasta su botón sin pensarlo, jamás había visto una mujer así, ni podía creer que alguien fuera capaz de hacerle todo eso con su consentimiento. La estaba pegando una verdadera paliza de golpes entre las embestidas, casi todos palmadas en el culo y otros que no podía identificar. Ella gemía como una perra en celo excitada susurrándole cosas que tan solo él podía escuchar. Cuando se dio cuenta de lo que hacía, culpable se quito la mano mojada de su vagina apunto de tener el orgasmo, se limpió como pudo y salió decidida a salir de ahí cuanto antes mejor, pero la curiosidad la pudo, paso de largo la salida entrando en el probador contiguo.
Al principio escucho en silenció tratando de reconocer la voz de él, que se mantenía en silenció dándose cuenta que era imposible identificarlo, ella había llamado la atención deliberadamente para que él entrara sin ser visto. Una serie de golpes contra su pared que la hicieron tambalearse hicieron despertar su ansia, demasiado excitada para negarlo más se apoyo contra la pared de espaldas, sintiendo cada golpe como si fuera para ella. Se bajo la falda y comenzó a masturbarse lentamente con los ojos cerrados, contorneando su culo contra la pared, siguiendo el ritmo de las embestidas, en el más absoluto de los silencios sin tardar en tener un abundante orgasmo, haciendo maravillas para lograr limpiarse con sus bragas sin manchar el resto. Aterrada por ser descubierta. Ella se había agachado para hacerle una felación salvaje sin más ruido que los movimientos frenéticos de su cabeza, y la boca jugando con el pene.
Cuando creyó que lo había conseguido ella le dijo “Dame tus bragas puta”. desconcertada las dejo caer al suelo del susto teniendo su segundo orgasmo. Trato de agacharse para cogerlas entre calambres de placer, pero una mano enguantada apareció para llevárselas en un parpadeo acompañada de su carcajada, antes de seguir chupando el pene.
Muerta de vergüenza Victoria se limpio con una prenda dejada en el probador por una clienta, la oculto doblada bajo el cojín del asiento, se arreglo y logro salir inmaculada en apenas 30 segundos.
Los siguientes veinte minutos los paso ajena a todo actuando de modo automático, sin dejar de mirar la entrada a los probadores, horrorizada al ver entrar clientas, temiendo un escándalo que no sucedió, fueron saliendo con normalidad efectuando sus compras. Carlos regreso más entero con signos de haber fumado fuera un rato hasta calmarse, le entrego unos papeles para entregar en las oficinas pidiéndole que fuera ahora. De la alegría estuvo apunto de besarlo, se los arranco de las manos y se fue a la puerta de servició dando gracias no verla salir. Entre algunas paranoias se la había imaginado saliendo sonriente arrojando sus bragas mojadas al mostrador para humillarla, la creía capaz, podía asumir el despedido pero no verlo ella misma.
Cruzo la puerta secundaría de ascensores, inserto su llave en la clavija, pulso el botón, y se apoyo contra la pared abrazando la carpeta de papeles contra su pecho suspirando aliviada cuando escucho la puerta cerrarse de nuevo. Se giro para sonreír al compañero con desgana encontrando su mirada con la de ella de nuevo, vestida impecable con su traje de cuero, perfectamente maquillada. Petrificada, anulada por su mirada dominadora no pudo hacer más que contemplarla apretando la carpeta contra su pecho doblándola de los nervios. Lentamente se acerco a ella con una sonrisa maliciosa, de depredador disfrutando del miedo de la presa antes de devorarla. Se detuvo ante ella a escasos centímetros hasta pegar su cuerpo contra el suyo con su escote casi contra su cuello sin dejar de mirarla. Dejo caer la carpeta entre temblores de nerviosismo a los que ella hizo caso omiso, acarició con su mano derecha su cuello pasando el pulgar por sus labios, y en un rápido movimiento la beso, ella le correspondió al segundo dándose un profundo beso con lengua lascivo y animal, sintiendo había algo en el interior de la boca de ella dulce y amargo, era semen, pero no le importo, continuo besándola con ansia tragándolo todo, ella se retiro mostrando su lengua aun con un poco de semen en ella. Victoria se acerco, abrió su boca cerrándola en torno a su lengua, y se la limpió perfectamente completando el último beso en el que ella deslizo su mano izquierda con sus dedos alrededor de su botón provocándola un orgasmo inmediato que mojo sus piernas hasta los tobillos. En silencio le tendió su guante mojada relamiéndolo dedo por dedo hasta dejarlo reluciente. De pronto la cogió por el cuello ahogándola sin dejar de mirarla divertida relamiendo sus labios “Eres una perra muy sucia” le dijo relamiendo su cuello de forma obscena cortando su respiración con su mano. Divertida ajena a su sufrimiento por la asfixia le susurro mordiendo su oreja “Te voy a domar puta hasta que seas una perra digna de mi amo”. El timbre del ascensor al abrir las puertas la hizo soltarla. Victoria conmocionada lucho por llevar aire a sus pulmones cuando ella le metió sus bragas mojadas por la boca hasta el fondo, la empujo contra la pared, y entre carcajadas le dio la espalda entrando en el ascensor, mirándola mientras se cerraban las puertas haciendo gestos de domino con su lengua.
Entre lagrimas Victoria reacciono quitándose las bragas de la boca recuperando la respiración, sintiendo un nuevo orgasmo sin entender como podía haberla excitado todo eso. Abrumada dando gracias por no haber sido vista por nadie se recompuso, recogió todos los papeles desparramados del suelo, arrojo sus bragas a la papelera, y subió a las oficinas sin dejar de pensar en ella, ni en la clase de hombre que debía ser su amo para domar semejante bestia . Excitada temiendo y ansiando verla de nuevo, consciente de que su vida había cambiado para siempre.