Patricia conducía hacía su destino consumida por los nervios y la excitación. A sus 22 años estaba a punto de cumplir su sueño, ser dominada por un hombre tan perverso, como aquel desconocido sin rostro que había entrado en su vida dos meses antes.
Era un momento infeliz de su existencia, había dejado a su pareja hastiada de la soledad en compañía, de alguien que no la comprendía. No era la primera vez, y temía que no fuera la última.
Una noche abrió por inercia el correo, encontrando un email desconocido con una escueta frase que la impacto hasta lo más profundo de su ser: Ayer vi en tu mirada el deseo de ser sumisa, entrégate.
Las preguntas agolparon su mente: ¿Quién era?, ¿Cómo había conseguido su email?, trataba de recordar los rostros de los hombres con quienes había cruzado su mirada en los últimos días, y de las personas que podían tener su email, cuando se dio cuenta de lo mojada que estaba. Consternada pensó en la sumisión olvidando el resto, notando como la excitación la poseía. Reconociendo la verdad así misma. Él había visto la revelación en sus ojos antes que ella. Guiada por el deseo de saber de él, y de descubrirse le respondió.
En las semanas siguientes tuvo contacto con él, primero por email, luego por msn, dando cada día dio un paso más en su sumisión, descubriendo facetas inexploradas de si misma, y hasta que punto le excitaban. Poco a poco sus ordenes se volvían más oscuras y perversas.
Una de las cosas que más le excitaban de él era su misterio, no sabía nada él, salvo que era su amo, y la trataba como una verdadera perra. Una noche le ordeno que se extrajera su sangre enviándola a un apartado de correos, como parte de la prueba final para demostrar su valía como su perra. Dicho eso se marcho sin esperar su contestación, sabía que lo haría, y lo hizo, sintiéndose excitada al clavar la aguja en su brazo.
Los siguientes días no supo nada de él hasta que a la semana le llego un sobre grande sin remitente. En su interior encontró una serie de sobres numerados. Excitada abrió el primero, escrita del puño y letra de su amo, con una caligrafía impecable, donde la ordenaba presentarse a la mañana siguiente a una hora determinada en una carretera provista de la lista adjunta, donde podría abrir el siguiente sobre.
Ese día sus horas de trabajo se hicieron interminables, deseando salir para comprarlo todo, y despertar siendo el día en que por fin se sometería ante su amo.
Por la noche apenas pudo dormir, desvelada al alba se puso en camino tan nerviosa como excitada, revisando que llevara todo, llena de preguntas sin todavía una respuesta.
Eran las 8.00 en punto cuando llego al lugar, allí abrió el segundo sobre donde le indicaba que tomara el próximo desvió, donde encontraría el camino marcado en un pequeño mapa doblado en el sobre hasta el punto señalado.
Abandono la autopista siguiendo el mapa, entrando en un camino de tierra, en el interior de un valle de bosques hasta el horizonte, sintiendo una intensa soledad que aumento su nerviosismo.
El camino en su lenta ascensión se fue estrechando, hasta contemplar al margen derecho un elevado precipicio. En un punto de buenas vistas se detuvo un instante en busca de señales de su amo, sin ver ningún coche en cualquier sentido en kilómetros de camino. Seguramente él la esperaba o vendría por otro camino.
A los 10 minutos llego al punto, un cruce. Ansiosa abrió el tercer sobre, en él le dijo que dejara el coche ahí, siguiendo el camino a su izquierda hasta la explanada. Una vez dejo el coche atrás introduciéndose en el interior del oscuro bosque, el miedo se apodero de ella, nunca le habían gustado los espacios abiertos solitarios, y ahora se encontraba en las profundidades de un pozo oscuro sin nadie en decenas de kilómetros salvo él. Venció su miedo continuando la marcha, sabiendo que cada paso del viaje era una prueba de su sumisión.
Agotada siguió el estrecho camino, del que observo la falta de huellas de cualquier tipo recientes hasta ascender a uno de los picos de la montaña, donde el bosque se despejaba hasta una pequeña explanada desde donde se veía un pueblo a lo lejos. Tal vez el amo vivía ahí. Impaciente abrió el cuarto sobre. En él se le ordenaba desnudarse, aplicarse aceite por todo su cuerpo, y ponerse el collar comprado la tarde anterior. Lo hizo lentamente, acariciando su cuerpo con sensualidad, conteniendo el orgasmo por temor a disgustar a su amo.
Con el collar puesto abrió el último sobre, donde se le ordenaba atarse con la correa de cuero a un árbol marcado, donde aguardaría a gatas con las piernas abiertas, y los ojos vendados su llegada. Con una orden tajante, no quitarse la venda bajo ningún concepto.
Encontró el árbol marcado en su corteza por un corte salvaje rápido, bajo el que había un pequeño espacio de arena al sol, donde se puso a cuatro patas comprobando que la correa estuviera bien sujeta, vendando sus ojos. Aguardando a su amo, rogando por una parte que no tardara, y otro que si lo hiciera, porque se sentía tan excitada que apenas podía contener su orgasmo, desnuda al sol, atada como una perra sintiendo el suave viento acariciar su cuerpo, sin poder evitar dejo escapar unas gotas, empleando todo su autocontrol para detenerlas.
Pasaron incontables minutos en que su excitación se torno nervios, y estos en miedo. Cuanto más la oprimía el lugar más comprendía el dominio que tenía un desconocido en ella. Agudizo su oído captando los sonidos de la montaña sintiendo la vida a su alrededor, esperando escuchar el sonido de un coche que no se producía.
De pronto el silencio fue roto por unos golpes violentos que resonaban rítmicamente por todo el bosque, al principio lejos, luego cada vez más cerca. Se piel se erizo sumida en un mar de dudas tratando de identificar el sonido, eran pasos poderosos de algo corriendo, que machacaba el suelo en cada pisada. Por un momento temió que fuera un jabalí hasta que se tornaron más sigilosos que no lentos. Era un hombre, no tenía la menor duda, y parecía muy fuerte por la potencia de sus piernas. Trato de contener su excitación imaginando que pasaría si se tratara de un corredor de montaña, que la encontrara ahí atada desnuda. Olvidando sus cabalas al dejar de escuchar los pasos.
Trato de agudizar sus sentidos al limite, buscando el menor indicio de su presencia, pasaron los minutos en silencio, algo le dijo en su interior que estaba cerca, lo sentía muy cerca de ella, pero no lo oía, era esa presencia sin forma que había penetrado en su vida para dominarla a su antojo. El sudor de su excitación le hizo reparar en el viento, entonces comprendió que el se amparaba en la dirección del viento para que no llegara su olor. Como un depredador la acechaba antes de saltar sobre ella para tomarla. No pudo impedir el intenso orgasmo que broto de su interior, sabiendo que la veía. Se corrió como una perra desobediente sin abrir la boca, avergonzada abrió más sus piernas esperando el castigo, sintiendo su líquido caliente deslizarse por los muslos.
El se acerco en silenció, lo supo por la vibración de la arena a su alrededor, acompañada de pequeños crujidos, se deslizo un poco más hasta sentir el calor de su cuerpo, emanaba autentico fuego, su olor era dulce, mezclado con sudor agrió no desagradable, su respiración lenta, acompasada, profunda. Al sentirlo a su lado comprendió que había llegado ahí corriendo desde muy lejos, era un verdadero animal, y ahora estaba en su territorio, completamente excitada reprimiendo su segundo orgasmo.
Se agacho a su derecha para examinarla con detalle, acarició con las yemas de sus dedos, muy suaves, su piel comprobando que se hubiera dado bien el aceite. Ella deseaba decirle tantas cosas, pero mantuvo el silenció, hasta recibir un permiso que no llego. De pronto su mano izquierda cogió su pecho derecho, hasta comprobar su piercing reciente de hacia un mes, para su disfrute personal. Satisfecho le pellizco el pezón con brutalidad, apretó la mandíbula para no gritar de dolor y excitación. Entonces deslizo la mano lentamente por su cuerpo hasta sus genitales, palpando su humedad. Lanzo un gruñido, casi un susurro de descontento.
Preparo su respiración para encajar un azote cuando de pronto la cogió del cuello con una mano, con tal fuerza que la puso de pie de un tirón, impidiendo su respiración hasta que salto. A pesar del susto procuro mantener la compostura, tratando de ser una buena sumisa, sintiendo el miedo en sus entrañas, en sus sueños había fantaseado con oponer resistencia a su amo, pero ahora no tenía fuerzas, al sentir tanta impotencia.
El acarició su sexo impregnando su mano de sus efluvios, eso la excito mucho más, pero lo oculto. Llevo la mano mojada a sus labios, abrió la boca lamiendo sus dedos con voracidad hasta dejarlos limpios, apreciando sus manos de piel tan suave, pero fuertes al mismo tiempo. Hasta que la cogió por el pelo dándole un tirón hacia a bajo, se puso de rodillas sumisa, notando que desataba la correa del árbol. Desde su izquierda le pego con la correa una serie de azotes por todo su cuerpo sin la menor piedad. Resignada a pagar sus faltas se dejo hacer gimiendo algunas veces dejando escapar las lagrimas de dolor, hasta volverse los golpes mas suaves, acompasados, dándole verdadero placer con ellos.
Hubo un instante en que se detuvo, por la correa noto como se ponía frente a ella, preguntándose que haría unos segundos hasta que golpeo la cara con su pene, tan duro que le hizo daño en cada golpe, hasta que sin pesar lo detuvo con ambas manos, llevándoselo a la boca, chupándolo con verdadera hambre, saboreando su textura. El lanzo nuevos azotes a su culo de gran fuerza que le cortaron la respiración por un instante. Entonces acompaso el ritmo de su felación a ellos entrando en una verdadera sintonía, disfrutaba muchísimo con ello, tragando con ansía al ritmo de su amo.
Él detuvo los azotes, ato la correa a su mano derecha, y cogió su melena con ambas manos, tirando de ella con violencia a un ritmo frenético, metiendo en cada una su pene hasta la garganta produciéndole arcadas, entre sus gemidos de perra en celo excitadísima.
Soltó sus manos alejando su cabeza con la correa, acariciando con los dedos de sus pies sus genitales, frotando alrededor de su clítoris, jugando a introducirlos dentro de su vagina. Al retirarlos lo entendió como una señal de permiso. Patricia se llevo una mano allí teniendo su tercer orgasmo mientras gemía con la boca abierta, haciendo juegos con la lengua, aguardando el pene de su amo para darle placer. Él le golpeo de nuevo varias veces con el pene tratando de lamerlo antes de que lo retirara hasta que abrió aun mas su boca. Y por sorpresa se meo contra su rostro salpicando su pechos, excitadísima se llevo el pene a la boca bebiendo su fluido, pasando el fluido por todo su cuerpo con las manos, acariciando su pecho. El retiro el pene de su boca salpicando con pequeños chorros el resto de su cuerpo. Había marcado a su perra. De un tirón de pelo la puso a gatas, mojada abrió sus piernas impaciente al sentir como se arrodillaba detrás suyo. Azoto sus nalgas con las manos sonoramente hasta enrojecerlas, hasta deslizarlas por los muslos atrayéndola hacia el penetrándola hasta el fondo de golpe. Aun excitada como estaba le dolió, sin que él le permitiera recuperarse. La embistió con vigor una y otra vez, guiando sus movimientos con la correa, cogiendo su pecho izquierdo con la mano libre, pellizcando su pezón hasta casi arrancarle el piercing.
Tuvo otro orgasmo, el se detuvo, paso la correa por su cuello y la asfixió mientras introducía sus dedos en su ano, deteniéndose cuando la dejaba respirar, esto la hizo sentir más intensamente su juego, dilatando su ano hasta que le introdujo la punta del pene en él. Recupero la correa marcando con ella sus movimientos hasta que se lo introdujo por completo, gimiendo de dolor y placer, dejando escapar nuevas lagrimas. Ël se movió lentamente, la atrajo hacia él, acaricio sus mejillas con los dedos con verdadera ternura, y beso sus lagrimas, ella giro el rostro feliz de disfrutar del reconocimiento de su amo, y él lamió su rostro hasta llegar a la lengua, dándose un largo beso sin dejar de moverse.
Acarició sus pechos con ambas manos, primero con ternura, luego con sadismo, hasta bajar un mano a su fuente, donde jugo con su botón, mientras le mordía la oreja, pasando a lamerla hasta llegar a su cuello, donde sus depravados mordiscos supo que le dejarían huella.
El se incorporo sin advertencia previa tirándola al suelo, hasta levantarla de un tirón que la asfixió, en pie, excitada la atrajo hacía él. Pellizco sus nalgas unos segundos entre unos azotes, con su pene entre sus piernas, ardiendo en deseos de sentirlo dentro de ella. Entonces el la levanto desde sus nalgas, ella apretó sus piernas con fuerza sobre sus caderas, gimiendo al sentirle muy adentro. Dio unos pasos hasta hacer chocar su espada contra la corteza del árbol marcado. El golpe sacudió todo su organismo, pero no le importaba, ansiosa apretó de nuevo sus piernas con fuerza, arañando su espalda, a lo que él respondió con unas embestidas que la levantaron arañando su espalda una y otra vez contra la corteza, siento la sangre fluir por ella. Rebelde trato de clavar sus uñas en su espalda. El se llevo su pecho a la boca, mordiéndolo con voracidad, al tiempo clavaba los dedos en sus nalgas, pasando la correa en su cuello ejerciendo tal presión que tuvo que girar su rostro para poder respirar. Ella se rindió pasando a acariciar su espalda, apretándole con fuerza contra ella con sus piernas. Gimió como un perra, suplicando más, cada vez que sacaba su pene para meterlo de nuevo hasta el fondo, al principio despacio, al final tan placentero que no sentía su piel desgarrada de la espalda en carne viva. Aflojo la correa, libre busco su rostro, al que acarició con sus manos, tratando de adivinar sus formas, él la beso con ternura, y entonces sintió el torrente de su semilla en su interior, entre espasmos tuvo otro orgasmo que saboreo durante largos segundos. Él la bajo, y ella solicita se agacho buscando su pene hasta engullirlo succionando toda su sabía mezclada con sus fluidos. Dejando escapar de nuevo lagrimas, esta vez de felicidad, totalmente entregada a su amo.
El acerco su cabeza a la suya y le susurro “Te acepto”. Acto seguido soltó la correa y volvió a desaparecer por el bosque tan rápido como llego, esta vez en silenció.
Patricia permaneció unos minutos inmóvil agotada de tanto placer, recordando una y otra vez su voz, su olor, su calor, los rasgos de su cuerpo, la textura de su piel, los matices de rostro. Seguía sin conocer siquiera su nombre, pero ahora se sentía feliz de su entrega, a un amo que con tan poco la había llenado tanto, ansiando su próximo encuentro con impaciencia. Se vistió y regreso a casa perdida en su mar se sentimientos, añorándole ya, sintiendo el lazo que hoy habían forjado entre ambos con verdadero fuego en sus entrañas.
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