Soy profesor de matemáticas de un instituto de Madrid. Doy clase de segundo de bachiller a chicos de entre 17 y 20 años desde hace ya bastantes años y ya estaba empezando a cansarme un poco de siempre lo mismo, las faltas de respeto del los chavales y otras cosas que hacían que el ejercicio de mi profesión, cada vez se me hiciera más cuesta arriba. Hasta que un día, de casualidad, comencé sin proponérmelo en absoluto a encontrar mucho más satisfactoria mi profesión.
Era final de curso y me encontraba en mi clase, dando las calificaciones finales a mis alumnos. Caras de alegría, sorpresa, decepción y pasotismo invadían a partes iguales a los chavales con forme es iba informando de sus resultados finales. Al terminar mi hora, les emplace al final de las clases en mi despacho, por si querían revisar los exámenes.
El resto de día, transcurrió igual de aburrido que siempre. Terminaron las clases y fui al despacho, mentalizado ya de que me esperaba una maratoniana tarde de aguantar a críos descontentos. Se fueron sucediendo uno tras otro, y todos se iban con su suspenso, tal i como habían entrado. Hasta que termine de recibirlos a todos. O eso creía yo. Puesto que llamaron a la puerta cuando yo ya me disponía a recoger.
-¿Se Puede?
Era María la que asomaba la cabeza por la puerta. Le dije que pasara y le ofrecí sentarse en la silla delante del escritorio.
María era una chica de 18 años, solamente. Rubia, con los ojos verdes y el pelo recogido en una coleta. Era buena estudiante y en el último claustro de profesores había podido ver como las aprobaba todas. Todas menos la mía, su examen fue horrible.
Llevaba puesto aun el uniforme gris del instituto. Que sinceramente, no tienen nada que ver con lo que los hombres esperamos de un uniforme de colegiala. Tras sentarse frente a mi, comenzamos a ver su examen. Se lo corregí delante de ella, le enseñe sus fallos y lo mas que pudo hacer es arañar un par de decimas a s pésima calificación. Pero tras media hora reunidos, la chica, empezó a sincerarse conmigo.
-Vera profesor. Yo ya sé que mi examen no hay por donde cogerlo, pero necesitó que me apruebe. Es la única asignatura que me queda y si la suspendo no podre presentarme a la universidad a la que quiero ir. En septiembre se habrán terminado las plazas. Necesito que me haga ese favor.
-Lo siento, María. Yo no puedo hacer eso. Tendrás que presentarte a la recuperación al final del verano.
-Pero yo no quiero perder la oportunidad de ir a esa universidad, y si no me aprueba perderé todo el año.
-De verdad que lo siento.
Se hizo un silencio incomodo. Ella miraba al examen, nerviosa, como sin saber dónde meterse, casi rompió a llorar
-Mire…. Si me prueba…. Yo hare lo que usted me pida. Estoy dispuesta a cualquier cosa con tal de aprobar
-¿Cómo?
-Que hare lo que haga falta
Me dijo mirándome directamente a los ojos mientras se agarraba la falda con fuerza. Tras eso, agacho su cabeza mirando al suelo. Estaba al borde de un ataque de nervios, sudando y esperando como agua de mayo una respuesta por mi parte. Yo me quede en shock, no me esperaba para nada eso de su parte. Durante unos segundos, no supe que responder, ni tampoco sabia si se refería a “todo” tal y como yo quise entenderlo.
-Vamos a ver. Digamos…. Que te apruebo el examen. Tu ¿A qué estarías dispuesta?
-Ya se lo he dicho…. A todo lo que me pida.
-Lo he oído. Pero quiero que lo digas tú. Para que no haya lugar a confusión. Te lo repito. ¿A qué estarías dispuesta?
-Pues…. Si usted quiere. Yo podría…. Chupársela
-Chupármela.
-Si. Aquí y ahora.
-Me temo que una mamada no será suficiente.
-Pues entonces. Le dejaría follarme.
– Eso ya es otra cosa. Vamos a hacer un trato. El viernes por la tarde te llamare y te diré donde tienes que ir para hacer la “recuperación del examen” Si lo haces bien, te aprobare. ¿Trato hecho?
-Sí. Trato hecho
Ya era mía. Pero no estaba dispuesto a esperar hasta el viernes. Quería ver si era verdad es que me había dicho y como en el edificio ya no había nadie, era el momento perfecto.
-Bien, perra. Desnúdate.
-Pero, usted dijo que sería el viernes.
-Dije que el viernes harías la recuperación, pero hasta entonces espero que cumplas tu promesa de hacer todo lo que te diga. No volveré a repartírtelo, puta. Desnúdate.
Levantándose de su asiento, se puso en pie delante de mí. Mirando al suelo y con los brazos cruzados en su pecho. Los bajo, hasta la goma de debajo de su jersey gris y se lo saco por encima de la cabeza, dejándolo sobre la silla. Se quedo con su falda gris, la blusa blanca y una pequeña corbata a juego con el resto de uniforme, que se desabrocho y dejo junto al jersey. Luego, poco a poco, comenzó a desabrochar los botones de la blusa desde arriba, hasta abajo y tras eso, se saco la falda por os pies. Aparecieron unos feísimos leotardos grises que le llegaban hasta la cintura y que también se quito. Quedándose únicamente en ropa interior. Un sostén banco, con el dibujo de una Kitty en la copa izquierda y unas bragas de algodón rosa. Tras eso se desabrocho el sostén. Era de esos que se abren por adelante. Dejando a la vista unas preciosas tetas. Firmes y tersas, propias de su juventud. Eran un poco más grandes que mi mano, el tamaño perfecto. Redondas, puestas en su sitio y con unos pezones rosados que apuntaban hacia arriba. Y por fin, Metió sus dedos entre la gomilla de sus braguitas, que lentamente comenzó bajar hasta quitárselas por completo. Tenía su coño cubierto por una fina capa de pelo bien arreglado y recortado.
Ella permanecía de pie, frente a mí, intentando taparse con sus manos y mirando al suelo. Le ordene descubrirse, para poder contemplar bien ese precioso cuerpo joven que hacía muchos años que no veía.
-Muy bien perrita. Ahora voy a comprobar hasta qué punto es verdad eso que dices.
Ella no dijo nada, se limito a mirarme a la cara y a asentir con la cabeza. Yo, por mi parte me levante de mi asiento y dando la vuela a mi escritorio me situé detrás de ella. Puse mis manos en sus caderas, e inmediatamente note como se estremecía todo su cuerpo. Acerque mi cara a su cuello, olía bien y su pelo estaba impío y suave. La bese desde la base del cuello hacia arriba, hasta llegar a su oreja.
–No sabía que fueses así de puta. Voy a disfrutar follandote y tú vas a hacer todo lo que yo te diga, como la puta que eres.
Le susurre mientras agarraba con fuerza sus tetas, amasándolas y pellizcando sus pezones. Eran suaves y tersas. Más grandes que mi mano. Al soltárselas, la empuje contra mi escritorio, echándola sobre é, con su cadera en el borde, ofreciéndome su coño. Le abrí las piernas todo lo que pude y comencé a acariciarle el trasero. Estaba duro y bien puesto. Se ve que la muy perra hacia deporte. Un azote la sorprendió, dando un pequeño grito de dolor. Luego, deslice mi mano por su culo hasta su entrepierna.
-Pero que puta eres ¡Estas chorreando!
Metí dos dedos dentro de ella, hasta el fondo. En este caso, su gritito no fue de dolor, fue de placer. La masturbe con una mano mientras que con la otra me bajaba los pantalones, liberando mi polla. Con cada sacudida de mi mano, gemía más y más fuerte.
-Ni se te ocurra correrte, puta. Tu solo eres un juguete para mi disfrute personal. No tienes derecho a correrte a no ser que yo te lo de. ¿Queda claro? Tu solo sirves para que te follen.
-No me correré
-Ahora voy a follarte el coño ¿Quieres que te folle? Puta
-SI
Saque mi mano de su coño y la metí en su boca para que me la limpiara. Tras eso, le di un azote más fuerte que el anterior el culo.
-Suplica que te folle, como las putas.
-………….. Follame………. por favor
-¿Qué dices?
-Que me folles el coño por favor
Y de un empujón que me hizo entrar hasta lo más profundo de su interior. Hacía años que no la metía en un coño tan caliente apretado como ese. Sentía la presión sobre mi polla y comencé a follarmela despacito, saboreando el momento, recreándome. Mientras castigaba sus dos nalgas. Luego, cambie el ritmo, un poco más fuerte y luego cada vez más rápido, hasta convertir la suave follada en violentas envestidas. Ella intentaba no correrse mientras que yo, ya estaba a punto de llegar. En ese momento y sin avisarla, la agarre por la coleta y tirando de ella hacia atrás, la levante del escritorio.
-Ponte de rodillas. Puta
Le dije. A lo que ella obedeció al instante. Se coloco de rodillas frente a mí mientras que, agarrando mi polla con la mano, la unte hacia su carita. No tuve más que sacudírmela un par de veces para correrme en su cara. La puse perdida, su pelo, ojos, mejillas y labios. Ella uso cara de asco. Se ve que no le gustaba mucho aquello.
-Muy bien perrita. Ahora quiero que me limpies bien la polla y luego te vas a tragar todo eso.
-No por favor. Esta muy malo.
-Recuerda putita. Todo lo que yo te diga si quieres aprobar.
Hico acopio de valor y me cogió la polla por la base. Luego, comenzó a lamérmela entera, hasta limpiármela por completo y tras terminar conmigo, se metió en la boca todo el semen que tenia esparcido por la cara, hasta no dejar ni una sola gota. Casi vomita cuando dio el último trago.
-¿Ya está? Profesor
-Sí. Por ahora hemos terminado. Pero recuerda que el examen lo recuperaras el viernes. Así que estate atenta al teléfono para cuando te llame.
-Muy bien, profesor. Lo estaré.
-Está bien. Ahora vístete y lárgate de aquí. Y recuerda….. A partir de ahora me llamaras…. Amo
-Sí…. Amo
El resto de la semana trascurrió con una lentitud pasmosa. Tal vez porque no veía la hora de que llegase el viernes por la noche. Los días se hicieron interminables, hasta que por fin, el viernes, Salí de la última clase del curso. Cuando todos los alumnos empezaron a salir de clase, llame a María y la hice quedarse hasta que todos hubieses salido. Una vez solos, le entregue un paquete que contenía un conjunto de lencería erótica propio de una puta como ella.
-Esta tarde te llamare para decirte donde tienes que ir. Quiero que te pongas lo que hay en ese paquete y te vistas como la puta que eres. ¿Entiendes?
-Sí…. Amo
Bien. Y que no se te olvide depilarte bien ese coño peludo que tienes. Ahora lárgate
Tras salir de clase, me dirigí sin perder mucho tiempo a un sex-shop a comprar unas cuantas cosas. Y tras eso, a un céntrico hotel, donde reserve una suite para estar un poco mas cómodos. Era una habitación muy grande, dividida en dos salas. A la primera sala, se accedía directamente des de el pasillo del hotel. Era un salón grande con una decoración muy rococó, una chimenea inmensa de piedra y en frente un gran sofá, con una mesa de café de mármol y un par de cómodos sillones. La otra sala era el dormitorio. A la derecha un pequeño despacho con muebles Luis XVI, y a la izquierda una cama gigante donde se podía dormir atravesado perfectamente.
Y a eso de las siete de la tarde, la llame por teléfono
-¡Dígame!
-Hola Perra ¿Sabes quién soy?
-Si amo
-Muy bien ¿Te acordaste de depilarte?
-Si
-Pues entonces te espero a las diez de la noche en el hotel ******* habitación 505. No llegues tarde.
Y colgué el teléfono sin darle tiempo a decir nada. Ya estaba hecho y solo quedaba esperar.
Esas pocas horas las pase en la suite del hotel, me di una buena ducha en el jacuzzi con una gran copa de coñac, tras eso, me coloque el albornoz blanco, cortesía del hotel y me tumbe en la cama, con otra copa a esperar a que María llegara.
Las horas pasaron lentas y dieron las diez. Le dije que no se retrasara, pero no llego a su hora. Siguió corriendo el reloj hasta que dieron las y media. Empezaba a pensar que no vendría. ¿Se había echado atrás? O pero aun ¿Abría contado en casa nuestra última tutoría? Esa idea ya me hizo sudar frio. Pero en ese mismo momento, alguien llamo a la puerta, sobresaltándome.
-¿Quién es?
-Soy yo, amo. Perdón por haberme retrasado.
Abrí la puerta de la suite y la deje pasar. Una vez estuvo dentro, cerré la puerta.
-Te dije que no llegaras tarde puta.
-Lo sé, amo. Pero mis padres no me dejaban salir a la calle así vestida. E tenido que cambiarme en los lavabos del hotel.
-Eso me da igual. Puta. Te has ganado un castigo, así aprenderás a obedecer. Y también has perdido un punto de examen.
Esta vez, llevaba el pelo suelto. Iba vestida con un top minúsculo, con la espalda y el ombligo al aire, tapándole solo las tetas. También llevaba una minifalda plisada que apenas le tapaba el culo. Y se veía perfectamente los tirantes blancos del liguero, enganchados a las medias, también blancas que le llegaban justo por encima de las rodillas. Todo rematado con unos altísimos tacones, que pese a ser bajita, la ponían casi a mi altura.
Me senté en uno de los sillones orejeros, exquisitamente tapizados, dispuesto a darle su castigo.
-Échate sobre mi regazo
María se acerco a mí caminando muy despacio, temerosa y mirando al suelo. Se hecho sobre mis piernas, ofreciéndome su culo. En ese momento, la minúscula falda que tenía se subió por completo dejando su culito a la vista. Puse mi mano en su culito, despacio, acariciándoselo. Me encantaba tocar ese culo prieto y bien formado. El primer azote la cogió desprevenida. No fue muy fuerte, pero aun así, soltó un pequeño gritito. –Con cada azote quiero que me des las gracias. Ella se giro, mirándome y asintió con la cabeza. Otro azote en la otra nalga la izo callar. –Gracias. Y le di un azote mucho más fuerte. – ¿Qué se te olvida? Perra. – Amo, gracias amo. Y otro azote en la primera nalga. Entre azote y azote le acariciaba su culito con la mano para calmarle un poco el dolor mientras que ella me daba las gracias por cada uno de los azotes. Cuando le puse el culo bien rojo, le abrí las piernas un poco con mi mano y deslizándola despacio, baje hasta su coño. Acariciándolo por encima del tanga.
-Estas muy mojada. Puta. ¿Te gusta que tu amo te azote?
-Sí, amo
-Muy bien. ¡De rodillas!
Ella se levanto de mis rodillas e incorporándose un poco se arrodillo entre mis piernas. Me abrí el albornoz, dejando mi polla, dura como una piedra frente a su cara. La agarre por la nuca y apoye su cabeza en mi muslo izquierdo. Agarrando mi polla con la otra mano, le golpee la cara con ella unas cuantas veces. Luego, incorporándola un poco, la acerque un poco más a mi entrepierna y puse mi polla en su mejilla, frotándosela por toda la cara y por su boca, que ella mantenía cerrada. -Abre la boca. Perra. Ella la abrió y en ese momento se la lleve, hasta poner el capullo en la punta de su labio inferior.
-Ahora quiero que me la chupes. Y procura que no se te salga de la boca hasta que yo te lo diga.
Ella comenzó a mamármela. Lamiéndomela con la punta de la lengua por todo su extensión. Tras eso, se dedico al frenillo y luego, a lamerme el capullo. Una vez lo lubrico bien, se la metió en la boca, hasta la mitad de ella y empezó a chupármela muy despacio. Poco a poco, fue aumentando de intensidad, y metiéndosela más adentro, hasta llegar a la base. Sin darme cuenta, sus mamadas se convirtieron en violentas sacudidas de su cabeza, metiéndosela y sacándosela entera de la boca una y otra vez rápidamente. Me izo ver el cielo con esa mamada. Mi mujer no me la chupaba así desde hacía años. Cuando por fin estuve satisfecho, la hice parar. Ella se arrodillo sobre sus tobillos. Unos filos hilos de semen unían mi polla con su boca, a modo de puente entre los dos.
-Muy bien perra. Eres una buena mamadora de pollas.
-gracias amo.
-Ahora sígueme, Ahora quítate eso. Las perras no llevan ropa
Ella se puso en pie. Y se hecho un poco hacia atrás. Tras eso, Se saco el top por encima de la cabeza, dejando sus tetas a la vista. ¡Dios! No me cansaba de ver esas tetas perfectas. Después de eso, se abrió el botón de la falda y la dejo caer por su propio peso al suelo. Se la saco por los pies y la coloco junto al top. Se quedo con sus medias y liguero blanco. También pude ver por primera vez el tanga que le había comprado junto con la demás lencería. Era un tanga blanco, con un encaje exquisito, a juego con lo demás.
-El tanga también. Perra.
Metió sus dedos entre la gomilla del tanga y se lo bajo hasta los tobillos de golpe y dejándolo junto lo demás. Cuando se puso erguida frente a mí, vi mi orden cumplida, su coño perfectamente rasurado, sin rastro del más mínimo pelo.
Me levante y camine hacia ella. Y colocándome a su espalda, la traje hasta mi, apretándola contra mi pecho y clavando mi polla dura contra su espalda. Coloque mis manos en sus tetas y comencé a sobarla entera, por todo su cuerpo. Y por último, su coño, lo inspeccione bien con mi mano. Una vez que la sobe bien por todo su cuerpo, la puse de rodillas y empujando su cabeza hacia abajo, se coloco a cuatro patas.
-Sígueme como la perra que eres
Camine rápido hasta el dormitorio. Me quite el albornoz y me senté en la cama. Al poco tiempo, apareció ella gateando por la puerta, con sus tetas colgando. Cuando se puso a mi lado, se volvió a arrodillar. Para esa parte tenía preparada otra cosa. Me dirigí a mi maleta, y de ella saque unas cuantas cosas. Me acerque a mi perra por detrás y cuando estuve a su espalda, le coloque una mordaza en la boca. Después, un antifaz de cuero negro. Para terminar, unas esposas metálicas en sus muñecas. Apoye su cabeza en el suelo, dejándola con el culo en pompa. Le abrí un poco las piernas y vi como aun tenía el culo un poco colorado. Agarre de mi maleta un látigo de cuero y castigue su culo con él durante un rato e intercalando latigazos de vez en cuando en su espalda para que descansara. Tras eso, cogí un vibrador grande con ventosa. Lo pegue en el suelo entre sus piernas, la cogí del pelo y tiré de él hacia atrás, ella no se lo esperaba, pero se clavo el vibrador hasta el fondo. Luego lo encendí, poniéndolo a máxima potencia. Mientras ella gozaba con eso metido dentro de ella, dos bofetones cruzaron su cara.
-Ni se te ocurra correrte. Puta.
Y quite la mordaza de su boca. Esta vez, fui yo quien le metí la polla en la boca. Agarrándola del pelo con las dos manos le inmovilice la cabeza, y me folle su boca con fuerza. A ella le costaba trabajo digerir tantos pollazos, daba arcadas cuando se la metía entera en la boca. Se la apreté contra una de sus mejillas, metiéndosela entera y le abofetee un par de veces contra mi polla. Al poco tiempo, comenzó a derramársele la baba, mezclada con mi semen por la comisura de los labios, hasta que le goteo por el cuello, impregnando toda su boca. Cuando la solté, dio una bocanada de aire y tosió un par de veces. Pero no había acabado con ella.
La tire sobre la cama, boca arriba. Y me coloque a horcajadas entre sus piernas, se las abrí y meti mi polla en su coño. No me costó trabajo, la muy perra estaba chorreando. Me follé su coño depilado con fuerza, luego, cuando mi polla estuvo bien lubricada, alce sus piernas por encima de mis hombros apunte mi polla a la entrada de su culo. Cuando ella lo noto, suplico que no lo hiciera. Pero me dio igual. Se la meti en el culo despacio, primero la punta y entre gritos y llantos se la hundí entera. Me folle su ano despacio, mientras ella lloraba y me suplicaba que parase. Pero hice caso omiso y seguí penetrando su culo una y otra vez. Cuando se la saque, ella se puso de lado en la cama, aun con sus ojos tapados y sus muñecas esposadas. Seguía llorando, pero no le di tiempo a recuperarse. La agarre de los tobillos y la arrastre hasta mí. Ella se resistió tras eso. Pero conseguí abrir sus piernas para follarme su coño otra vez. Lo hice hasta que estuve a punto de correrme. No podía hacerlo dentro de ella, así que se la saque de allí. Tire de su pelo hasta ponerla en el borde de la cama, con su cabeza colgando. Se la meti en la boca hasta que me corrí en ella. Me senté en la boca y a ella, al no poder ver nada, no le quedo otra opción que tragárselo.
Cuando termino, la solté de sus ataduras y le quite el antifaz. La deje descansar unos minutos mientras la observaba desde la silla del despacho. Cuando se levanto de la cama se sentó en el borde, mirándome.
-¿He aprobado el examen?
-Sí. Has aprobado. Tienes un 9, tendrías un 10 si no hubieses llegado tarde. Pero un 9 está bastante bien.
-Gracias amo.
-¿Te ha gustado lo que ha pasado aquí?
-Me gusto hasta que me….. Follaste por atrás. Eso no me gusto
-No pasa nada. Te repito que tu solo sirves para que te follen. Lo que a ti te guste a mi me da igual
-Bueno. Por lo menos ya no me lo harás mas. Yo he cumplido con mi parte.
-¿Cómo que no te lo voy a hacer más? Te lo hare todas las veces que quiera
-No. Dijiste que hasta hoy.
– Ve al salón y siéntate, quiero que veas una cosa.
No tarde mucho. En unos minutos regrese con ella. Y acercándome a la tele meti un lápiz de memoria en el USB. Me senté junto a ella y le di al Play. A la pobre putita se le quedo la cara blanca cuando se vio a ella misma, chupándome la polla en el salón.
-¿Qué coño es eso?
-Eso es una puta, vestida de puta, haciendo cosas de puta.
-¿Qué vas a hacer con eso?
-No voy a hacer nada, mientras que tú obedezcas a lo que te diga. Si me enfadas, esto terminara en internet junto con tu número de teléfono.
-No serás capaz, te denunciare por violación
-¿Seguro? Eso parece más una puta trabajando que una violación. Ya sabes, perra. Vístete y lárgate de aquí. Y estate atenta al teléfono, te llamare cuando tenga ganas de follarte.
Ella se vistió rápidamente y salió corriendo de allí mirándome sin saber qué hacer. Pero yo sabía que esa, ya sería mi putita.
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